La toxina botulínica, más conocida como botox, es aprovechada por su capacidad de producir parálisis muscular y se utiliza con fines médicos en el tratamiento de ciertas enfermedades neurológicas y en medicina estética para las arrugas de expresión, que es por lo que más se la conoce.
Entre sus numerosas aplicaciones médicas destacan:
- El estrabismo.
- Las distonías.
- El blefaroespasmo.
- Las algias vertebrales.
- La migraña.
- La hiperhidrosis.
- La incontinencia urinaria en parapléjicos.
- Sudoración severa de las axilas
- Distonía cervical: un trastorno neurológico que causa contracciones musculares severas en el cuello y los hombros.
- Ojos desviados
En lo que se refiere a la eliminación de las arrugas faciales, el botox ofrece claras ventajas:
- Evita la cirugía.
- Se puede aplicar en cualquier época del año.
- Es una técnica prácticamente indolora.
- Sus efectos son inmediatos y se prolongan entre cinco y seis meses.
- Apenas tiene contraindicaciones.
- Raramente produce efectos adversos, como reacciones alérgicas, rigidez facial o náuseas.
La técnica consiste en la infiltración mediante una aguja extrafina de la toxina botulínica en el músculo de la zona que se desea tratar, produciendo su relajación e inhibiendo el movimiento del mismo. De ahí que su aplicación fundamental en estética sea el tratamiento de las arrugas de expresión, es decir aquéllas que aparecen en el entrecejo, la frente, las comisuras de los labios o el contorno de los ojos.
Las inyecciones de botox funcionan debilitando y paralizando determinados músculos o bloqueando algunos nervios. Los efectos perduran entre tres o cuatro meses. No se debe utilizar botox durante el embarazo o la lactancia.
No acostarse las primeras seis horas posteriores a la aplicación.
Evitar ejercicios y actividades físicas extenuantes durante las primeras 24 horas.